Las autoridades educativas han acordado abolir los motes usados en clase, o su reasignación según el caso, porque incurren en la “apropiación cultural”, práctica “indeseable que supone un agravio a minorías desprotegidas”. Según los consejos de profesores “llamar a alguien ‘el indio’ o ‘el negro’ ya era poco elegante hace treinta años, pero ahora se corre el riesgo de ofender a los alumnos indostaníes y subsaharianos que deberían ostentar esos alias por pleno derecho”.

Traumatizar desde el respeto

Desde el Ministerio de Educación se apuesta por avanzar hacia una corrección política que fomente la convivencia y la tolerancia. “No hay derecho a que a un niño o a una niña inmigrante procedente de Qingtian le llamen ‘el gordo’ o ‘la granos’ cuando a otro de Barakaldo le llaman ‘el chino’ sólo por tener los ojos ligeramente rasgados”, declara Benito Queteo, director de un colegio concertado que se suscribe a la iniciativa, mientras insiste en que “que se haya hecho toda la vida no justifica que debamos seguir perpetuando costumbres discriminatorias que no tienen en cuenta el hecho diferencial a la hora de destinar los apodos humillantes”.

La medida de control de los motes también afectará a los sobrenombres que reciben los educadores porque a menudo “vulneran el marco legal de los principios de la propiedad intelectual”. “Llamar al profesor de Ciencias feo y con barba ‘el Bacterio’ o a la maestra de Conocimiento del Medio bajita y que siempre va en moto ‘la Hormiga Atómica’ puede parecer gracioso, pero luego la demanda a Francisco Ibáñez y a Cartoon Network la va a pagar su puta madre”, matiza Queteo.

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