El Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias ha informado de que ya está preparado el operativo de urgencia para controlar los contagios de la sexta ola. Francotiradores del ejército y de diversos cuerpos de la policía se apostarán en azoteas para vacunar con dardos Pfizer a todos los antivacunas que detecten por la vía pública.

Medidas desesperadas

El Ministerio de Sanidad y las consejerías de salud ya han ultimado la ‘operación Oswald’, que inmunizará contra el coronavirus, de manera forzosa “pero discreta”, a la población “escéptica”. “Alemania, Austria y Grecia se plantean la vacunación obligatoria, pero lo de los francotiradores es más elegante y la ciudadanía sabrá apreciar el trato personalizado”, explica Sara Jevo, sargento de los GEO, mientras observa unos videos didácticos sobre Liudmila Pavlichenko. Ante la dificultad de distinguir a la población vacunada de la que no lo está, “porque pedirles el certificado COVID a gritos desde lo alto de un edificio arruinaría lo del camuflaje”, los francotiradores han realizado un cursillo de lenguaje no verbal. “El antivacunas camina por la calle con cierto aire de autosuficiencia, como de ser más listo que nadie, altivo, desafiante, mirando con desdén al resto de ciudadanos, como que lo del rebrote no va con ellos”, explica Jevo, quien lamenta que las farmacéuticas se cortaran de meter los nanobots “porque la geolocalización ahorraba mucho trabajo”.

Según fuentes cercanas al CNI, la operación será precedida por una campaña informativa sobre una plaga de tábanos “para que el antivacunas no se sienta herido en su orgullo al sentir el pinchazo”.

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