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Txarriboda News 560 (11-05-2022)

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Cada día crece el número de ciudadanos que acuden a centros de antiyoga, también conocido como “yoga mal”, para contrarrestar los efectos de una vida demasiado plena y en comunión con el cosmos. El exceso de equilibrio y unos chacras desmesuradamente alineados hacen que miles de personas se refugien en el antiyoga para poder hacer frente a una armonía vital “cada vez más insoportable.

La auténtica salud

Continuadoras de una tradición milenaria, las escuelas de antiyoga ofrecen una alternativa a quienes deseen salirse “de ese ambiente viciado que nos rodea, pleno de paz, armonía y espiritualidad”. Entre las enseñanzas más demandadas se encuentran la respiración entrecortada, las posturas que provocan entumecimiento muscular en el corto y medio plazo y las técnicas para tener la mente todo el tiempo ocupada pensando en problemas y dilemas internos. “Cuando la persona que accede a nuestro centro sale peor de lo que ha entrado, con más estrés, más nerviosa, con peor postura corporal, significa que está aprovechando todo el potencial de lo que la disciplina del antiyoga puede ofrecerle. La úlcera es el final del camino”, explica Joxeba Rendero, profesor titulado de yoga mal, quien insiste en que lo más importante es aprender a respirar por la boca de forma irregular.

Practicantes de esta disciplina aseguran que en su vida ha habido un antes y un después. “Antes iba a yoga y lo de tener que poner la mente en blanco me producía ansiedad. Gracias al antiyoga me paso la hora de clase rumiando mis marrones. Y como se me está agravando la escoliosis a mis seres queridos les doy más pena y me quieren más. Soy tan feliz”, asegura una alumna tras publicar un selfie para Instagram.

© elkarma.eus

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