Los responsables de Renfe confiesan respirar aliviados después de que el Ministerio de Sanidad anunciase que el Consejo de Ministros aprobará el próximo martes 7 de febrero la desaparición de la mascarilla obligatoria en el transporte público. La gerencia de la empresa ferroviaria ha vivido con el corazón en un puño los últimos tres años, al resultar imposible diferenciar a los ciudadanos de bien que cumplían con la normativa sanitaria de los atracadores de trenes que, convenientemente embozados, saltaban desde sus caballos hasta los vagones para desensamblar la locomotora.

Pocas cosas pasan

La nueva medida, que deroga la obligatoriedad de las mascarillas en medios de transporte y entrará en vigor al día siguiente de su aprobación, hará que sea más dificultoso para los salteadores camuflarse entre los viajeros del tren, facilitando enormemente el trabajo de los guardias jurados y de las propias fuerzas de seguridad del estado cuando traten de impedir que los ladrones se salgan con la suya colocando barricadas incendiarias en la vía. “Yo es que era poner la televisión después de comer, empezar a ver alguna película tipo Dos hombres y un destino o esa del no sé qué de Yuma antes de que me cogiera el sueño y entrarme un mal cuerpo y una angustia que ya ni siesta ni hostias…”, informa Ángel Jiménez Gutiérrez, Director General de Seguridad, Organización y Recursos Humanos de la Entidad Pública Empresarial.

Renfe ha anunciado también que, a pesar de la pronta desaparición de la mencionada brecha de seguridad, cambiará su sistema de almacenamiento en las estaciones del dinero en efectivo y dejará de guardar la recaudación en sacos grandes marcados con la ‘$’ de dólar.

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