Científicos del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC) que se han desplazado hasta el Polo Sur para investigar los restos de nicotina y cafeína encontrados en aguas de la Antártida han revelado que ninguno de los pingüinos de la zona, visiblemente nerviosos, parece saber nada sobre el asunto y absolutamente todos niegan tener algo que ver. Muchos de los pingüinos emperador (Aptenodytes forsteri) entrevistados, que presentaban unas manchas amarillentas en la aleta derecha que han desconcertado a los taxónomos de la expedición, se han mostrado esquivos con sus respuestas y tamborileaban el suelo con la pata tan pronto como alguno de los biólogos sacaba el mechero para encender el camping gas.

Nada sospechoso

El equipo enviado a la Antártida también se ha topado con pingüinos adelia que les observaban con aire melancólico y mirada perdida en cuanto ha surgido el tema de los restos de antidepresivos que también han sido hallados en las aguas dulces y saladas costeras del continente helado.

Un miembro del grupo de apoyo perteneciente al Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC) ha sufrido un percance sin importancia cuando una foca de Weddell le ha saltado al cuello para hacerse con una tableta de Xanax que el científico estaba a punto de ingerir en pleno conato de ataque de ansiedad ante el desastre ecológico al que se enfrenta el territorio más meridional de nuestro planeta y reserva de la biosfera. La foca se ha disculpado a través del intérprete, y ha alegado haber confundido la pastilla con un caramelo PEZ y que su arrebato no está para nada relacionado con ningún tipo de síndrome de abstinencia provocado por un desabastecimiento local de benzodiacepinas.

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