La modelo, actriz y cantante Sabrina Salerno, ha acusado a los fans de Amaral, a todos los asistentes a la edición del Sonorama de este año y al activismo en redes sociales en general de “agravio comparativo” al ensalzar el gesto de la zaragozana en Aranda de Duero cuando, por lo mismo, ella recibió una lluvia de petardos, tomates y huevos en Bilbao en 1988. A la artista le parece “muy hipócrita” que a Eva Amaral la estén llamando adalid de la Cuarta Ola del Feminismo por hacer un top-less sobre el escenario y a ella le gritaran “¡Esta fiesta nos apesta!, ¡Esta fiesta no se acepta!” y “¡Sabrina a la Ría!”, aunque admite que a lo mejor fue una adelantada a su tiempo y el público de hace 35 años no estaba preparado para su radicalismo reivindicativo.

Demasiado pronto

Sabrina, conocida defensora de los movimientos sociales y de los derechos de los trabajadores, como dejaron constancia las pegatinas que regalaba la revista Pronto hacia finales de los 80 en las que la joven aparecía vestida con uniformes gremiales junto a mensajes como “Yo amo mecánicos” o “Yo amo camareros”, lamenta que ya en su momento la audiencia no fue capaz de captar el sutil homenaje a Clara Campoamor en la letra de Boys ni el tributo a las consignas de Betty Friedan sobre la imposición de estereotipos presente en la coreografía de Hot Girl.

“Reconozco que el fallo fue mío, al simular que la salida del corsé de mi pecho derecho durante aquella Nochevieja fue fortuita, y no premeditada, por lo que la acción pareció fruto de la casualidad y el descuido, perdiéndose la carga reivindicativa y la metáfora de que el corsé era en realidad la actitud del ahormante heteropatriarcado que nos constriñe y oprime”, explica la genovesa.

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