La tendencia que ya lleva tiempo arrasando en el mundo de la interpretación dramática ha llegado a las constructoras y cada vez más a menudo empresas dedicadas a la edificación deciden contratar a personas sin formación en arquitectura para proyectar sus promociones. Los responsables de estas compañías de construcción consideran que los estudios académicos constriñen la creatividad del artista y prefieren buscar “arquitectos naturales” que compensan su total falta de conocimiento técnico con grandes dosis de espontaneidad y soluciones creativas que desafían los convencionalismos impuestos por facultades universitarias.

Amor al arte

Lo que comenzó como una práctica común en productoras de películas y series de televisión, que contaban con actores y actrices que no habían pisado en su vida una escuela de teatro porque les bastaba su desparpajo natural y además a los académicos de los festivales internacionales les gusta mucho dar premios a diletantes, se extiende ahora al negocio inmobiliario, que persigue la diferenciación y la audacia. “Un arquitecto recién salido de la facultad, y no digamos ya uno que lleva años trabajando en un estudio de prestigio, sabrá mucho de instalaciones, detalles arquitectónicos, materiales y leyes de la física, pero ¿y la magia? ¿Dónde queda la espontaneidad? ¿Y la improvisación? ¿Y la libertad? ¿Acaso el cálculo de estructuras es más importante que ese instinto que sale de las tripas y te dice que cimentar es no atreverse a soñar?”, explica Pilar Maestro, presidenta de Soterrovial, convenientemente asesorada por Cristina Rota y Juan Carlos Corazza.

La práctica no sería extensible al campo de la industria pesada porque “los ingenieros no tienen ni pasión ni alma”.

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