Txarriboda News 962 (19-10-2023)
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Un practicante budista que se encontraba a las puertas de alcanzar el nirvana mediante un proceso de meditación en el que analizaba su cuerpo y su alma como carentes de individualidad intrínseca, habiéndose adentrado ya en pleno procedimiento de vaciado de sí mismo o śūnyatā, ha tenido que regresar abruptamente al plano de la conciencia terrenal después de perder la concentración al comenzar a dudar de si se había dejado encendido o no el fuego de la vitrocerámica después de calentarse la leche del desayuno. Alarma en el karma El budista, que acude todos los días a meditar a un templo del municipio alicantino de Pedreguer, “porque una cosa es no desear y otra meditar en casa, entre ruido de cañerías y rodapiés de ocume, pudiendo hacerlo sobre moqueta de lana tejida a mano entre estatuas de Buda de doce metros”, no es la primera vez que se queda a punto de conseguir liberarse tanto del sufrimiento como de la rueda de renacimientos. “Hace pocos meses estaba ya casi. No me faltaba prácticamente nada para hacerme uno con el cosmos y alcanzar la trascendencia. Vamos, que de las cuatro fases del nirvana, la sotāpanna, la sakadāgāmī y la snāgāmī estaban ya finiquitadas y la arhat estaba a puntito de caramelo. Pero entonces llegó el repartidor de Amazon con el masajeador de glúteos que había pedido y otra vez que se me rompió la meditación. En fin, vaya una cosa por la otra”, explica el budista, que empieza a estar ya un poco aburrido del ciclo de nacimiento, vida, muerte y encarnación, y desea salir de su zona de confort. El lama Bizcochen, principal responsable del templo en el que meditaba el budista, ha declarado que acudirá a consolar a su pupilo en cuanto recuerde dónde ha dejado sus sandalias. © elkarma.eus |
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