Cómicos y monologuistas de stand up han anunciado que, una vez aprobada la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, y tan pronto como se retome y normalice la actividad parlamentaria, ofrecerán sus servicios para impartir, sin ánimo de lucro, cursillos formativos a congresistas, senadores, parlamentarios de asambleas autonómicas e incluso animadores socioculturales de concentraciones de protesta, manifestaciones, escraches y otros eventos que requieran de puesta en escena, guión y recitado de frases pegadizas y running gags. Este gremio de profesionales del humor pretende elevar el nivel del repertorio de los políticos porque “una cosa es generar crispación, algo muy lícito, y otra vergüenza ajena”.

Guerracivilismo pero con gracia

“Todos nos hemos reído con lo de Ayuso y la fruta. Pero por los motivos equivocados. El humor no debería ser involuntario. El nivel de comedia es pésimo. Alguien tenía que hacer algo”, explica un antiguo coordinador de guiones de El Club de la Comedia que prefiere continuar en el anonimato porque tiene familia e hijos y no está orgulloso de su pasado. El colectivo de monologuistas observa que, por ejemplo, lo de las muñecas hinchables en Ferraz tenía una premisa pobre, un acting patético, un delivery poco trabajado, no había setup, la catch phrase era previsible y el remate brillaba por su ausencia.

La Asociación del Humorismo Español (ASHUMES), a la que pertenecen profesionales del ramo como Bigote Arrocet, Manolo Royo, Félix el Gato, César Cadaval, Fernando Esteso o Arévalo, entre otros, se ha querido desmarcar de la iniciativa y considera que el humor de los políticos está bien tal como está y se mantiene tan fresco y vigente como siempre.

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