Juana de Arco (Domrémy, 1412 – Ruan, 1431) fue una contratista militar freelance y terapeuta motivacional francesa que revolucionó las claves del entrepeneurismo durante la Edad Media. A pesar de su lugar de nacimiento, no desarrolla ninguna habilidad musical en la infancia, aunque su padre, Jacques de Arco, si tiene inquietudes artísticas y expone cada febrero basura de su taller de carpintería en la huerta, cobrando entrada. Durante la pubertad, Juana comienza ya a ser conocida como ‘la doncella de Orleáns’, pero no por mantener su virtud intacta sino porque le gusta disfrazarse de Gracita Morales después de haber visto a unos buhoneros representar ¡Cómo está el servicio!.

Pionera del burnout laboral

Alrededor de 1425 anuncia que San Miguel Arcángel, Santa Margarita Virgen y Santa Catalina de Alejandría se le han aparecido y le han dicho que expulse a los ingleses y ayude al Delfín Carlos a subir al trono de Francia. A quien expulsan es al señor de la gabardina del parque, por vender estupefacientes a una menor. Como en los alrededores no hay ningún acuario, en 1429 decide visitar directamente al hijo del anterior rey francés, ya fallecido. Tras escuchar unas cintas de autoayuda, se ofrece como coach y personal trainer del futuro Carlos VII y le convence de que la mejor manera de ganar a los ingleses en la Guerra de los 100 Años es venciéndoles. Obnubilado por una mente tan preclara, el monarca pone a Juana al frente de sus ejércitos, quien demuestra que una mujer es tan capaz de sajar vientres y amputar miembros como cualquier hombre. En la toma de Orleáns pide a los generales armagnacs que sean la mejor versión de sí mismos y durante la conquista de Ruan convence al duque de Alençon de que salga de su zona de confort porque fuera es donde sucede la magia. A pesar de las peticiones de clemencia de los prisioneros ingleses, Juana se debe al mindfulness y pide su ejecución inmediata para evitar distracciones.

En la primavera de 1430, después de asistir a una concentración de biodanza al norte de Compiègne, es capturada por los borgoñones, que la entregan a los ingleses. Tras renegar públicamente de Paulo Coelho y Jorge Bucay, y abrazar el Objetivismo randiano, es juzgada por herejía y quemada viva el 30 de mayo de 1431 en Ruan. Tras su rehabilitación postmortem, Carlos VII conservaría su legitimidad como rey de Francia y una calle en Portugalete.

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