Charles-Maurice de Talleyrand-Périgord (París 1754 – ibídem 1838) fue un sacerdote, obispo, político, mamporrero de reses bravas, diplomático, analista de sistemas, asesor financiero y psicoterapeuta francés, pionero en la técnica cognitivo conductual de abandonar la ‘zona de confort’ para encontrar el confort en otras zonas que no supongan un riesgo para la integridad física. Nacido en una de las familias nobles más poderosas de Francia, se inicia en el negocio eclesiástico, pero no quiere que su linaje le otorgue ningún trato de favor por lo que se conforma con convertirse en obispo de Autun en 1789. Su naturaleza inquieta y que la sotana le pica al llevarla siempre sin ropa interior, decide convertirse en presidente de la Asamblea Constituyente surgida de la Revolución Francesa dentro del ala ultra conservadora social progresista monárquico republicana.

Más de fines que de principios

Durante el ascenso de Robespierre al poder en 1792 hay algo en los quillotinamientos masivos que no termina de dejarle tranquilo, por lo que decide poner distancia y se hace el Interraíl por Inglaterra y Estados Unidos. Tras el ERTE del Comité de Salvación Pública regresa a Francia en 1796 y se pone al servicio del Directorio como buen demócrata de toda la vida, ejerciendo de ministro de Asuntos Exteriores. Sin embargo, temiendo apoltronarse en el cargo, participa en el golpe de Estado del 18 de brumario para acabar ejerciendo el mismo puesto de funcionario con Napoleón pero en un despacho más grande. Su legendaria capacidad de no discutir con nadie se agota en 1807, cuando decide no apoyar la decisión de Bonaparte de jugar de ala pívot en el CSK de Moscú. Preocupado por los resultados de las encuestas de Demoscopia, Talleyrand dimite, solicita en 1814 trabajo de gerente de catering en el Congreso de Viena y Luis XVIII le nombra primer ministro de Francia, pero con contrato de temporada. Con miedo a que la Cámara de los Pares le acabe diciendo que nones, apoya la Revolución de 1830 para hacerle una OPA hostil a Carlos X, ejerciendo de animador sociocultural en la embajada de Londres durante el nuevo régimen.

Fallece por causas naturales, cuatro horas después de haber recuperado la fe católica, sin llegar a estrenar el chaleco de kevlar que siempre ocultaba bajo la casaca.

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