Blaise Pascal (Clermont-Ferrand 1623 – París 1662) fue un matemático, vendedor de seguros del hogar, coach motivacional y catequista francés que consagró su vida a aplicar la física y la filosofía al cálculo de las pólizas de vida en lugar de continuar con el negocio familiar dedicado a la preparación y envasado de leche y derivados. De padre comisario del impuesto real y huérfano de madre desde los tres años, se enfrasca durante la niñez en el estudio de la geometría. En 1639 comienza a aplicar su Teorema de Pascal en la construcción de catapultas de asalto, que primero ensaya con gatos de la zona y después con vecinos desprevenidos que no corrieran mucho.

Triángulo mixto de jamón y queso

Harto de denuncias y requisamientos policiales, decide dedicar su ingenio a prácticas más lucrativas e inventa en 1642 la ‘pascalina’, la primera calculadora mecánica, que con los años tratará de perfeccionar para poder llevarla en la muñeca como integrante del reloj de pulsera. Con el tiempo, su pasión por la matemática probabilística y el estudio físico de la presión y el vacío le conducen al negocio de los seguros. En 1647 ya es capaz de calcular la cantidad de presión que debe ejercer una compañía aseguradora para poder subir la póliza a sus clientes sin que se atrevan a protestar y cómo hacer el vacío a los asegurados que presentan reclamación por un parte desfavorable. Ese mismo año coincide con Descartes, al que le envía dos cartas, siendo la más célebre la titulada Vete pensando en pagarme lo que me debes del póker no vaya a ser que llame a unos albano-kosovares que conozco y dejes de existir. Animado por su hermana, en 1654 pasa un fin de semana en el spa de la comunidad jansenista de Port Royal. Tras felicitar a la cocinera por su tortilla de ajos tiernos con psilocibes, se le aparece la Virgen durante dos horas y decide hacerse socio de la comuna, condenada por el papa Inocencio X. Enemigo del racionalismo, considera que la existencia de Dios no se puede explicar a través de la razón pero que conviene creer porque es preferible ser católico y que al morir se te quede cara de idiota que ser ateo y acabar en el Infierno. Enemigo de los jesuitas, en 1662 funda con un amigo su propia compañía, aunque de autobuses de línea.

Fallece a los 39 años de cáncer de estómago, pidiéndole a Dios que no le abandone porque bastante cara de idiota había tenido ya en vida.

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