Teodora (¿Siria? ¿Chipre? 500 – Constantinopla 548) fue una actriz, pedagoga de estudios de género, representante de ropa interior y emperatriz bizantina que consagró su vida a fomentar las políticas de empoderamiento para que ninguna mujer tuviera que renunciar a sus aspiraciones artísticas por tener que estar haciéndole el trabajo de estadista al calzonazos de su marido. De lugar de origen incierto por culpa de un amanuense encargado de la partida de nacimiento disléxico y con una letra horrible, se cría en una familia humilde. La peligrosidad del trabajo de su padre, cuidador de osos en el hipódromo de Constantinopla, de antes de que se inventara el peluche, motiva que abandone el negocio familiar y se dedica a actuar en microteatros y visitas guiadas para turistas de viajes organizados.

Corregente rima con detergente

Durante su adolescencia se dedica a viajar por el Norte de África como compañera sentimental del oficial sirio Hecebolo, al que abandona cuando este le sugiere abrir la relación después de que Teodora descubra de que se ha abierto un perfil de Tinder. De regreso a la capital de Bizancio, comienza a trabajar de hilandera a tiempo parcial en un taller clandestino de Inditex. En 522, durante el rodaje de Leda, el cisne, su mujer y otras cosas de meter, en pleno auge del destape, conoce a Justiniano, cónsul y heredero del trono de su tío, Justino I. Se casan en 525 tras derogar la ley que prohíbe el matrimonio entre altos funcionarios y actrices para evitar chanchullos en la asignación de subvenciones. Tras la coronación de su marido en 527, decide mandar a paseo la conciliación familiar y se dedica en cuerpo y alma a gobernar mientras el pan sin sal de su esposo se pasa el día viendo culebrones turcos. En 532, un penalty mal pitado desata los disturbios de Niká y varios grupos de hooligans tratan de derrocar a Justiniano, que además de emperador es delegado territorial de la FIFA. Teodora convence a su marido de que no se largue a Abu Dabi como el soplagaitas de Rómulo Augústulo y aplaque la rebelión. También inicia reformas legales, como expandir los derechos de la mujer en caso de divorcio o castigar con pena de muerte el mansplaining. Tiene roces con su esposo en materia religiosa cuando Justiniano defiende el Credo de Calcedonia mientras que ella es más partidaria de la fe monofista de Intimissimi o Tezenis.

Fallece a los 48 años de cáncer de mama antes de poder fundar en Constantinopla la Asociación Clara Campoamor.

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