Juego de niños: Paz y amor
El que sabe, sabe. Y todo el mundo lo sabe. A veces ocurre que un profesional del ramo educativo o sanitario piensa que padres y madres no tenemos nada que decir. Nosotros, a lo nuestro. Pagar facturas, dar desayunos, lavar pijamas. Entre nuestras funciones no está la de preguntar ¡Habráse visto semejante falta de respeto a la autoridad! En cuanto empezamos a tener una actitud crítica o preguntamos más de la cuenta nos volvemos impertinentes. Y el colmo es cuando pretendemos aprender sobre las cuestiones relacionadas con nuestros hijos. Menudo atrevimiento, asomarse a los templos del saber. Qué osadía, indagar, enterarse, manejar datos, formarse opiniones. “Hay que confiar en el profesional”, he oído en más de una ocasión. “Tener confianza”: qué ecos de paz y buen rollo. Empiezas haciendo preguntas al líder alternativo de turno y te conviertes en un descreído. Dudas de la forma en que la pediatra va a atender a tu hija y, sin darte cuenta, acabas desconfiando del género humano. Total ¿para qué pensar? Con lo cansado que es y el dolor de cabeza que da. Y luego a lo peor te señalan con el dedo. Ante la bata blanca, el cargo, el gurú, acatemos por favor. Está en juego la armonía universal. Elene Ortega Gallarzagoitia © humorenlared.com |
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