noviembre 29, 2016

Butaca de Gallinero: Lo incómodo

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La capacidad de las personas para inquietarnos es elástica como un preservativo caducado puesto al sol. A veces, esa capacidad de fascinación ante lo sórdido hace que se nos parta algo por dentro. Como ese preservativo si se queda más rato al sol y aún así los usamos. Hay temas incómodos que no nos gusta ver en pantalla. Como Amenábar filmando una comedia. Nadie puede obligarnos a ir al cine a ver lo que no queremos ver. Nadie que no sea nuestra pareja, nuestros hijos o sobrinos (Dios maldiga a Dory, a Rayo McQueen y a toda su estirpe) o los doctores que practicaban la Técnica Ludovico en La Naranja Mecánica. Esa no es la cuestión.
El tema es por qué hay cosas que asumimos ver y otras no. No entiendo por qué las muertes descarnadas de Salvar al Soldado Ryan son aceptables y sirven para denunciar los horrores de la guerra, y sin embargo se ha puesto el grito en el cielo por la escena inicial de la violación de Isabelle Huppert en Elle, la última película de Paul Verhoeven.
A lo mejor es que la muerte en pantalla la aceptamos y la violación nos incomoda. Tal vez más a nosotros que a ellas. Tal vez por la otredad. Tal vez porque empatizar con la víctima se nos hace extraño, inasumible. Tal vez por paternalismo. Tal vez por sentirnos incómodos por ciertos ramalazos íntimos e inconfesables de ambigüedad ante la escena. Como si nos costase asumir (más a nosotros que a ellas) que la violencia cinematográfica, romantizada o no, tiene muchas caras.

Roberto Aguirre © humorenlared.com

 

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