febrero 7, 2017

Juego de niños: Monólogo

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Cada mes de diciembre intento simplificar los protocolos navideños, no vaya a caer en el “tráfago inútil” que decía Kavafis. Pero al César hay que darle lo suyo, y al final de las navidades llego como puedo. Luego, claro, me pongo poético-filosófica y termino dándole a la metáfora de garrafón. Qué le vamos a hacer. He visto remedios peores.

Así que anoche no podía dormir. Puse la radio. En un conocido programa de viajes hablaba alguien que había visitado Papúa Nueva Guinea. La primera vez a los 18 años, tras el deseo “de toda la vida” de conocer las famosas aves del paraíso. Qué candor. Diez años después, había regresado ya como ornitólogo para mostrar esas aves a los turistas.

Si llevaba cavilosa todo el día, aquello me cayó en gracia. El paraíso, hermosa metáfora. Diré mas. Hermoso símbolo. Da para todo. Desde el origen del mundo hasta los escapismos particulares. Lo cual me llevó a pensar en una absurda costumbre que tiene todo el mundo. Todo el mundo menos yo, por supuesto, naturalmente, sin duda, ¡faltaría más! Consiste en creer que el infierno o el paraíso propios son los únicos que existen. Cada cual en su monólogo, bla, bla, bla. “El infierno son los otros”, que dijo el filósofo al llegar a los postres. Monologué un rato más y me quedé frita. Y ahora perdonen, que voy a echar la siesta, bla, bla, bla.

Elene Ortega Gallarzagoitia © humorenlared.com

 

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