junio 14, 2017

Butaca de Gallinero: Delirio

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La pasión por el cine está muy bien. Lo de ir disfrazado de princesa Leia, versión esclava de Jabba el Hutt, al último estreno de una película de la saga de Star Wars raya el fanatismo. Sobre todo si la premiere tiene lugar en diciembre, como viene siendo costumbre. Pero la cosa tiene un pase. Se presupone que la o el cosplayer (dios me libre de juzgar las filias ajenas) asume que encarna un personaje ficticio y que no está empadronado en Alderaan. El problema surge cuando la idiocia del personal provoca que la frontera entre realidad y ficción se difumine y se lleven a cabo acciones que tienen más que ver con la psicopatía que con la sana afición. Es el caso de la caterva de fans que envió amenazas de muerte a Malcolm McDowell por asesinar al capitan Kirk en Star Trek: Generations. O de los seguidores incondicionales de Cazafantasmas que, 33 años después, siguen persiguiendo a William Atherton, el único personaje que hacía bien su trabajo en la película, por la calle para darle una paliza por capullo.

Cuando Fredric Wertham escribió La seducción de los inocentes en 1954, no sabía que la estulticia humana alcanzaría tan elevadas cotas. Aunque lo mismo era de los que lanzan pizzas al tejado de la casa de Walter White.

Roberto Aguirre © humorenlared.com

 

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