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«Ola wapa. M gustas muxo. Xq no nos vmos?” Esto era lo más peligroso que me podía llegar al móvil cuando era adolescente. Sin fotos ni vídeos; sin muestras visuales de ningún tipo. Y aunque era ingenua, en el fondo sabía que ciertas barreras no se podían traspasar. ¿Y ahora? Sumemos un aparato con el que podemos capturar cualquier imagen, buscar en Internet la información que nos apetezca y encima compartirlo con millones de personas en segundos. Miedo.
¿Cómo se le enseña a un chaval a hacer un uso responsable cuando nosotros somos los primeros que lo hacemos mal? Selfie de nuestra mejor sonrisa aunque estemos de bajón, vídeo del paisaje perfecto sin mostrar #ladebasuraquehayfueradelencuadre, frases ñoñas sobre tu pareja publicadas desde el ordenador del amante, mostrar cada minuto lo que se hace sin disfrutar precisamente de lo que se está viviendo… Estamos en la era más solitaria a pesar de las facilidades que hay para comunicarse. Si es que ahora mismo ya no le preguntamos a los conocidos qué tal están o qué hacen con su vida, tenemos ya demasiada información. Por cierto, ¿el teléfono se coloca junto a la servilleta o al lado del cuchillo?
Maite Ortiz de Mendívil © humorenlared.com |
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