febrero 22, 2018

Butaca de Gallinero: Canon

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Cuando somos pequeños tenemos una especie de trastorno obsesivo compulsivo programado en el cerebro que nos hace desear, cuando se trata de la ansiolítica, emocionante y bendita ficción, que nos repitan la misma historia una, y otra, y otra vez. Que nos cuenten el cuento de Los Tres Cerditos o el de cómo He-man derrotó a Skeletor al chinchón, siempre de la misma manera. Sin mover una coma. Sin una sola concesión a la improvisación o la reforma cosmética. Siempre el mismo cuento. De no hacerlo así, martirizábamos al adulto de turno con un «No es así» cargado de odio y decepción. Afortunadamente, con el tiempo maduramos y desarrollamos un gusto por la variedad, la reformulación, la adaptación y la innovación.

Bueno, no siempre. Algunas personas continúan en esa fase inicial. Como los fans de Star Wars que aún siguen quejándose de que Episodio VIII – Los últimos Jedi atenta contra el sacrosanto canon de la saga de Lucas. El suelo se mueve bajo sus pies, su vida ya no tiene sentido por culpa de una película que les ha arruinado la infancia. «No es así», claman mientras se rasgan las vestiduras y se azotan con una espada láser comprada en Toys’R’Us. A sus cuarenta añazos. Y sus hijos, encantados tras salir del cine, no entienden nada.

Roberto Aguirre © humorenlared.com

 

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