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En 1917 Marcel Duchamp cogió un urinario, lo giró 90 grados respecto a su posición normal de uso, lo denominó Fuente y lo presentó en la exposición de la Sociedad de Artistas Independientes de Nueva York. La obra fue retirada. Se armó una buena. Pero eso de considerar provocadores a algunos artistas – y a sus obras una tomadura de pelo – no era nuevo ni hace 100 años. Ya en el último tercio del XIX los impresionistas, hoy tan cotizados, habían recibido vituperios de toda clase.
Lo nuevo, o no tanto, es que en el presente se mire con ojos remilgados obras del pasado. La ñoñez llega a tanto como para retirar de la pulcra vista de la ciudadanía determinadas obras de arte, o algunas partes de ellas. Puede usted imaginar qué partes. Esto es lo que ha ocurrido en Reino Unido y Alemania en la campaña publicitaria de una exposición de Egon Schiele. Y el museo más importante de Manchester ha retirado el magnífico cuadro de Waterhouse Hylas y las ninfas. Hay que repensar el papel de la mujer en el arte, dicen. Pues a repensar lo que haga falta, pero ¿era necesario ocultar la obra? Además han tenido el detalle de permitir que en el lugar donde estaba el lienzo cada cual deje su opinión escrita en un post-it. A lo Twitter, vamos. Como dice Soto Ivars, ahora “mi opinión de mierda es más valiosa que el prerrafaelismo”. Pues eso.
Elene Ortega Gallarzagoitia © humorenlared.com |
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