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Suena la alarma del móvil. Sé que tengo tiempo de sobra y la detengo para seguir durmiendo. Vuelvo a oír ese tono infernal y repito el mismo procedimiento varias veces. Así, hasta que salto de la cama de golpe. Cómo no, se me ha hecho tarde otra vez. Voy al curro, donde cambio tiempo por un sueldo de mierda. Otros dirían de risa. Creo que depende del punto de vista. Risa, dirán los que pagan; mierda, los que cobramos.
Estoy harta de mis rutinas. Una historia que se repite en bucle. A veces, decido demostrar en las redes sociales esa felicidad. Así que me hago un selfie recortando la papada y le añado un filtro que difumina ese bigote que no me ha dado tiempo a depilar. Me veo guapa y lo publico. Mi abuelo me dice que quién es esa. Y no, todavía no tiene Alzheimer. Que no parezco yo… ¡Ja! Yo creo que un aire ya me doy.
Igual mis amigos piensan lo mismo cuando le dan a Me gusta. No me importa. A mí los piropos me alegran el día y todo lo que implique salir de lo habitual, me encanta. Por cierto, ayer un chaval me dijo que me daba un Like, con gesto de pulgar incluido. Así, en vivo y en directo. Prometo que esta vez no llevaba el filtro Valencia.
Maite Ortiz de Mendívil © humorenlared.com |
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