Juego de niños: Garrafón
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Algunos lugares tienen la novela hecha. Lo juro. Vas allí, te paseas un rato, miras acá y allá, dejas volar la imaginación y listo. Bueno, luego hay que sentarse y permanecer meses o años escribiendo y corrigiendo, pero eso es un detalle sin importancia. El caso es que cuando paré en Eaux-Chaudes, un balneario de mediados del XIX en el Pirineo francés, tomé un buen baño de emociones estéticas. Su capacidad de evocación es tal, que durante un rato me sentí capaz de escribir La montaña mágica. Siempre y cuando, claro está, Thomas Mann no lo hubiera hecho antes. De cualquier modo, el balneario de Eaux-Chaudes es la quintaesencia de la decadencia con solera, lograda con el paso del tiempo, sin prisa y sin pausa, con su abandono inconcluso, sus soledades, sus desconchados a medias, sus azulejos resquebrajados, sus nobles escalinatas pobladas de helechos. Luego crucé la frontera y recalé en Panticosa, otro balneario coetáneo. Pero éste ha sufrido muy distinta suerte. Hasta allí, en plenos Pirineos, llegó la burbuja del ladrillo. En el año 2000 el Grupo Nozar compró el conjunto de las instalaciones que aún mantenían su aire decimonónico. Las derruyó en parte y creó un pretencioso resort de cinco estrellas hoy venido a menos. Modernas instalaciones en declive, estructuras inacabadas. Una ruina. Decadencia precipitada y feísta. Decadencia de garrafón. Puro garrafón. Elene Ortega Gallarzagoitia © humorenlared.com |
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