Debajo de la Palmera: Urraca, aquel maldito policía
![]() |
|
Hay cientos de historias de la guerra y postguerra sin contar. Nos hacen falta guionistas para extraer de ese pozo sin fin buenas novelas y mejores películas. Si el mes anterior fue Galíndez este quiero hacer alusión a un siniestro policía de apellido Urraca que fue quien hizo de las suyas en Francia, bajo la ocupación alemana. Gracias a él fue fusilado Luis de Álava en 1943, el jefe de la red de información del PNV en aquellos años. Pedro Urraca, gracias a la incautación que hizo la Gestapo, se instaló en el palacete que detentaba el Gobierno Vasco en el Nº11 de la Av. Marceau cerca de los Campos Elíseos. Allí tuvo su nido con la siniestra misión de perseguir a las autoridades republicanas exiliadas y “recuperar” los bienes de la República. Lo hizo junto al coronel Antonio Barroso, militar que llegó a ser posteriormente jefe de la Casa Militar de Franco. Pero este Urraca tuvo perfil propio como personaje de película de terror. La revista El Temps reveló la existencia de Pedro Urraca Rendueles, el agente de Franco que detuvo a Lluís Companys en Francia y lo entregó en la frontera de Irún para su fusilamiento. La publicación localizó al hijo de Urraca y a su nieta. El agente era agregado policial de la embajada de España en París y miembro de la Gestapo hasta 1945, cuando tuvo que huir a Madrid al ser condenado a muerte en rebeldía por colaboración con el régimen de Vichy y la policía secreta de la Alemania nazi. Su hijo, desconcertado por la vida de su progenitor, se emancipó con 17 años; actualmente reside en un municipio andaluz. Sobre su padre comenta: «Tuve poca relación con él. Yo soy un hombre bueno y tranquilo, y no puedo entender lo que hizo». Sin embargo, su nieta le culpa de contribuir al fracaso del matrimonio de sus progenitores, al oponerse a su boda. Ella tuvo que crecer con su madre, después de que el padre les abandonara con cuatro años y de que sus abuelos paternos se desentendieran de ellas. Al cabo de los años, reaparecieron todos ellos en su vida. La joven sentía curiosidad por saber de sus vidas. Su abuelo explicaba que era diplomático y que había estado en Bruselas. Sin embargo, leyó un artículo en la prensa sobre la detención y ejecución de Companys y se dio cuenta de que su abuelo había tenido un lado oscuro. «Lo que investigué por mi cuenta no me hizo feliz, hubiera preferido ser nieta de Companys o de Rolland de Miota, cónsul de España en París, que ayudó a judíos a huir de la persecución, pero nadie puede elegir sus ascendentes». Entre sus objetivos estaba secuestrar al Lehendakari Aguirre, pero la invasión alemana se lo llevó de en medio en caudalosa riada, así como al presidente Azaña, al que la muerte tocó su puerta. Pero lo logró con Companys. Gemma Aguilera hizo una magnífica pesquisa y logró entrevistar a su hijo para posteriormente escribir un libro que se lee de un trago: Agente 447. El hombre que secuestró a Lluís Companys. No sé qué esperan los productores para hacer una buena película sobre este personaje que incluso explicaría muchas de las cosas que están sucediendo en la actualidad. La historia me ha recordado asimismo un libro que se publicó hace unos años, titulado Tú llevas mi nombre, en el que entrevistaban a hijos de dirigentes nazis para saber qué pensaban de sus padres. Llamarse Himmler, Göring, Bormann o Hess supone un peso no siempre asumible por los familiares. Unos aseguraban admirarlos, otros los repudiaban y unos terceros los culpaban. Desconcierta el testimonio del hijo de Bormann, que no exculpaba a su padre pero confesaba que lo amaba. En el libro aseguraba que su padre lo sabía todo y eso para él resultaba terrible, pero al mismo tiempo explicaba que guardaba siempre en el bolsillo una carta suya en la que le llamaba «hijo de mi corazón». Tenía claro que era un drama con el que le tocaba vivir y que le causaba dolor. No ser responsable de los orígenes no significa que no tenga coste emocional. Pedro Urraca, un buen apellido para un policía depredador. Iñaki Anasagasti © humorenlared.com |
Pincha aquí para ir a otras columnas de Iñaki Anasagasti
Pincha aquí para ir a las columnas de los colaboradores más buscados