Butaca de Gallinero: El lado oscuro
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Advertencia, esta columna no va sobre Kylo Ren. Muy bien, prosigo para quienes sigan leyendo. Resulta muy fácil reírse de los malos cuando todo el mundo está de acuerdo en quiénes son y en lo pertinente que es reírse de ellos. Y, en los últimos ochenta años, ningún malo ha recibido esa categoría de manera tan consensuada como los nazis. Era sencillo parodiarles en El Gran Dictador (1940), en Ser o no ser (1942), en Los Héroes de Hogan (1965) o en Los Productores (1967). Daba igual cómo de entrañables pudieran aparecer los nazis en pantalla. La audiencia entendía la ironía. No se intuía peligro alguno. Nadie podía ser tan imbécil de no pillar la broma. Sin embargo, a las puertas de 2020, en tiempos de Trump, el bréxit, el resurgimiento de los movimientos supremacistas, los 52 diputados de Vox y los ofendidos de Twitter, la broma propuesta por Jojo Rabbit, el film en el que Taika Waititi interpreta a Adolf Hitler, el encantador amigo imaginario de un niño en la Alemania de los años 40, ya no se pilla igual. Algunos críticos opinan que provocar empatía por el monstruo en esta época de grises revisionismos, lejos de ponernos frente al espejo de nuestra debilidad moral, podría provocar que parte de la audiencia pensase que el del bigote, a lo mejor, tampoco era tan mal tipo. Pero la culpa de eso no la tiene la película. Roberto Aguirre © humorenlared.com |
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