Butaca de Gallinero: Proyecciones
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La historia de las proyecciones de cine es un relato de supervivencia. El negocio de la exhibición cinematográfica, muy ligado durante años al propio modelo de negocio de los grandes estudios, tuvo que agudizar el ingenio para no dejarse pisar lo fregado, especialmente por la televisión, que desde los años cincuenta venía pisando fuerte cual Alejandro Sanz con botas de buzo. El Cinemascope, el Tecnicolor, el IMAX, el 3D o la Olor-o-Visión fueron gimmicks que, con mayor o menor fortuna, trataron de arrancar al público del sofá para sentarlo en la butaca. Ahora el enemigo ha cambiado. El coronavirus ha dejado las salas que no las reconoce ni la madre que las parió. Una vez más, los cines deben exprimirse las meninges. Lo cierto es que la irrupción de la pandemia ha sido el gancho al hígado contra un boxeador al que ya le faltaba el resuello ante la lluvia de directos de las plataformas de streaming. Roberto Aguirre © elkarma.eus |
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