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La socialdemocracia danesa está estos días en el centro de la atención mediática por haber «subcontratado» la gestión de sus refugiados a terceros países. Digamos que se trata de mantener la solidaridad, pero no dejar que los pobres manchen las impolutas y blanquísimas calles de Copenhague.
Tras la compra-venta de los derechos de polución y los mercados de cosechas a futuro podría parecer esta otra inmarcesible innovación de la democracia clásica. Lo cierto es que tampoco es muy novedosa. La UE lleva años pagando de lo lindo a democracias tan destacadas como Turquía y Marruecos para que ejerzan de tapón mamporrero frente a quienes todavía fían sus esperanzas de mejora en «el sueño europeo». A veces los guardianes se revuelven, y entonces se abre más el zurrón.
Si estas son las nuevas ideas de la socialdemocracia escandinava, que tantas aportaciones hizo al Estado del Bienestar, cómo no echarse a temblar ante las intenciones de la extrema derecha, cada vez más fuerte en el viejo continente.
Aquí ya han amenazado con expulsar a un Sr. Parlamentario que osó atravesar las fronteras y tuvo la desfachatez de fundar un sindicato de manteros. Y todo eso mientras apuntalan el gobierno de una persona tan liberal como Díaz Ayuso.
Ya en Hamlet puede leerse una bonita frase sobre «el olor», «la podredumbre» y Dinamarca.
Miguel Fernández © elkarma.eus
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