abril 18, 2022

Butaca de Gallinero: Demasiadas licencias

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Que nadie me acuse de inmovilista. Soy muy consciente de que el mundo evoluciona, los gustos cambian y los iconos deben contemporizar con los tiempos, con las audiencias, con el zeitgeist y el background particular de cada uno de los nuevos espectadores que se aproximan por primera vez a revisitaciones cinematográficas. Entiendo el espíritu de los reboots y los remakes (mencionados hasta la saciedad en esta columna). Dicho esto, no entiendo lo de la última versión de La Matanza de Texas. Paso por las tropelías de John Luessenhop en Texas Chainsaw 3D. Tolero a duras penas el despropósito del Leatherface de Alexandre Bustillo y Julien Maury. Pero que alguien me explique en qué estaba pensando David Blue cuando ha convertido a Caracuero en un psicópata más solitario que Oliver Twist. ¿No se trataba de que “la sierra es la familia?


Entonces me doy cuenta de que la culpa es mía y de mis malditos prejuicios. Porque Leatherface será un mostrenco deforme y despiadado, pero también tendrá sus metas, sus anhelos, sus sueños. ¿Quién soy yo para quejarme de que quiera emanciparse del hogar familiar? ¿Cómo puedo permitirme juzgar sus ansias de independencia? Si uno no se despega del clan para descuartizar millennials hipsters nunca crece como persona. Dejemos de criticar a la nueva entrega de la saga. Es una lección de vida.
Roberto Aguirre © elkarma.eus

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