julio 8, 2022

Juego de niños: Paisaje de verano

columna_elene_cabecera_gr

Aprendí a nadar en el río Aragón, con seis o siete años, junto a la antigua carretera de Pamplona hacia Jaca, bajo el puente que inicia la A-1601. A través de Google Maps puedo ver los bloques de hormigón desde los que me lanzaba al agua cuando gané suficiente confianza. Los veo desde el puente en la pantalla del ordenador. Puedo recorrerlo de manera virtual. Cambio la perspectiva para observar aquellas enormes piedras. De niña me parecía que hubieran estado allí desde el principio de los tiempos. Tenían para mí una cualidad casi geológica. Y según Google Maps allí siguen igual, semihundidas entre el cauce y el bosque de ribera. Restos abandonados de la construcción del puente, mimetizados en el paisaje y en mi memoria con el lecho del río.

Quiero mirar río abajo. Giro 180º. Ya no es el mismo río, y no lo digo pensando en Heráclito. O tal vez sí. Ya sé que yo no soy la misma. Pero oigan… esto es demasiado. Corriente abajo, a poca distancia, se alza un altísimo viaducto. Una obra mastodóntica que parece un mal sueño o, como mínimo, parte de una autovía. Pues eso. Se trata del acceso a pueblos de la zona previsto para cuando el discutido, insostenible y peligroso recrecimiento del embalse de Yesa se lleve a cabo. La ampliación del pantano sería dar la puntilla a unas comarcas que ya fueron vaciadas cuando se construyó el embalse.

Entonces sería el adiós. Adiós pueblos, adiós campos, adiós sotos, adiós río. Adiós paisaje.
Elene Ortega Gallarzagoitia © elkarma.eus

Pincha aquí para descargarte el PDF de EL KARMA 222

Pincha aquí para ir a otras columnas de Elene Ortega Gallarzagoitia

Pincha aquí para ir a las columnas de los colaboradores más buscados