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Es innegable que existe una ofensiva conservadora de carácter global. La derecha ha emprendido una guerra cultural contra los valores progresistas y lo hace desde las posiciones más extremas. La historia funciona como un péndulo que oscila entre el avance y el retroceso, pero el actual empuje ultraconservador no se para en barras.
Una característica de esta ofensiva es su odio hacia la lucha de las mujeres, con el feminismo como pieza a batir. Sorprendente porque no existe un solo feminismo y en su seno conviven serías discrepancias y polémicas. Pero la lucha organizada de las mujeres se ha convertido en uno de los elementos de cambio social con más capacidad de movilización. Y ataca a los privilegios más extremos de los sectores más poderosos.
La derogación del derecho al aborto en los EE.UU. es el último paso de esta ofensiva. El mismo Tribunal que considera legal portar armas de manera pública, retira a las mujeres el derecho a gestionar su propio cuerpo. 5 hombres y una mujer conservadora deciden sobre la vida de millones de mujeres. Un nuevo ejemplo de las fallas que esconde el sistema y también la constatación de que los logros, si no se cuidan, nunca son para siempre.
Los conservadores saben que el controlar unos pocos puestos claves ofrece mucho poder. Ahora queda por conocer la capacidad de arrastre de esta escaramuza, que sin duda no será la última.
Miguel Fernández © elkarma.eus
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