Cuando en 1997, la gran máquina del capitalismo gripara sus finanzas en la lejana Asia amenazando con derribar consigo el castillo de naipes global, los herederos del punk, crecidos en el desencanto y la ironía, contraatacaron con el lema: “No creeremos que hay crisis, hasta que veamos a los ejecutivos saltar por las ventanas”. Lógico: el punk ochentero, contemporáneo del mayor descalabro bursátil de la Historia, el Lunes negro de 1987, bautizado así siguiendo la nomenclatura del crack del 29, no había visto volar, como en niuyork, a ningún yupi. Las que sí volaron fueron las hostias de la madera en el cóctel de la protesta.

Con el 2007 pinchaba de nuevo la burbuja financiera y su onda impactaba durante los siguientes años, materializando esta vez sí una profunda crisis. Sin embargo, toda vez que la precariedad se iba asentando y profundizando, quienes comenzaron a saltar por las ventanas fueron aquellas que no podían pagar sus alquileres o hipotecas, lista tristemente encabezada por la vecina de Barakaldo, Amaia E., allá por 2012.

En la presente y dilatada crisis y ante la que está cayendo y caerá, el dilema ahora es, quién o qué comenzará a volar.

Jtxo Estebaranz © elkarma.eus