El auge de la extrema derecha es fruto del fracaso de las políticas de izquierda. No sé si por cobardía o por torpeza absoluta. La extrema derecha ha sabido poner los problemas sobre la mesa y articular un discurso facilón que atrae a los jóvenes. Descontentos con su realidad, ansiosos, que perciben su futuro como incierto, poco alentador y preocupante. No se sienten representados por los partidos mayoritarios, y los consideran corruptos e ineficaces. El peligro está en que la extrema derecha, una vez en el poder, no combate a esos enemigos que tanto menciona. Y lo que hace es destrozar derechos adquiridos con mucho esfuerzo y años de lucha.

Estos populistas de derechas también saben explotar el factor tiempo: un problema para los partidos democráticos tradicionales que de momento no se han adaptado a una sociedad y a unos jóvenes que viven a toda velocidad. No hay tiempo para la reflexión y la paciencia ha perdido su valor como virtud. Por eso los líderes de extrema derecha seducen: una figura fuerte que habla de los temas importantes y que aparentemente va a solucionar los problemas rápidamente. La Segunda Guerra Mundial comenzó con unas elecciones. Esperemos que el volantazo sea a tiempo esta vez.

Sheila Blázquez © elkarma.eus