Puños fuera: Agostados
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En mi barrio, entre el Gobierno Militar y el colegio de las monjas, existe un triángulo protegido por altas verjas. A diferencia de las de las monjas, que son recios muros entre los que se amaestra al mayor porcentaje de alumnado inmigrante extracomunitario de la CAV, las verjas del triángulo son de las que permiten saber qué hay al otro lado, y si te aburres puedes hasta introducir la mano. Poca gana de vacilar da el muro de enfrente, el de los militares, que sustituyeron ya sus bizarras torretas de vigilancia, donde se aburrían reclutas forzados y se encaramaban insumisos disfrazados, por astutas cámaras. Ahora las máquinas registran con disimulo el garbo y la identidad de cada uno de los peatones que por allá nos arrimamos. |
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