Son las 00:00. Espero el bus nocturno para volver a casa. Han pasado 40 minutos desde que llegué a la parada porque en la aplicación de transporte ponía que había a las 23:40. No sé si me retuerce más por dentro la espera, mi escaso entreno en las salidas nocturnas o dos parejas de jóvenes dándose sin parar el lote. Me cabreo porque tengo frío, porque estoy cansada y porque pagar 16 euros de taxi para ir al pueblo no me compensa. A los jóvenes que se morrean tampoco. A una compañera del colegio que llega a la parada a las 00:15 tampoco. Jana y yo íbamos juntas al colegio de monjas. Ahora de vez en cuando nos encontramos por la calle o en el bus. (Más…)

Estuve dándole vueltas al tema de la amistad. Esta palabra me resulta elástica y masticable: circular, casi lunar y de vez en cuando tóxica. Se habla muchas veces del cuidado en las relaciones de pareja pero, ¿cómo se cuida a las amigas? ¿Cuánto puede dar de sí un ser? ¿Hasta cuándo y dónde la disponibilidad se convierte en un crucifijo? Pienso mucho en mis amigas. En cómo han ido evolucionando en su esencia con amores, desamores, gritos, traumas, vidas quebradas y vidas cómodas. Recuerdo que cuando éramos más adolescentes las llamadas por teléfono al día eran de 60 minutos. Incluso meábamos juntas a través de la conversación. No recuerdo de qué hablábamos. Pero esa hora era crucial.
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Era verano. Me costaba caminar no sólo porque me estuviera ahogando con los vaqueros, también porque cada vez que llego a una ciudad nueva sola, se repite una sensación extraña en mi estómago. Acababa de llegar a la estación de autobús de Odesa desde Moldavia. Tenía que coger un avión hasta Kyiv. Aún faltaban horas por delante antes de ir al aeropuerto. (Más…)