octubre 21, 2021

Puños fuera: Panem

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Reconozco que, todavía a veces, seducido por las luces de colores del circo, algún festivo bajo desde los Barrios Altos hacia Panem. El nombre, recogido del de la República postapocalíptica totalitaria donde transcurren los Juegos del Hambre de la trilogía de Suzanne Collins, con el que llamo desde hace tiempo al centro de mi ciudad. Un lugar perfectamente acotado en el que los perros se atan con longanizas, o así se deduce de los relatos diarios del (t)eleberri.

El espectáculo, por esperado, no deja de impactarme. De un lado, los escasos nativos de Panem, que lucen atuendos y bronceados con la clase que se les supone. Por otro, la copiosa servidumbre racializada distrayendo el día libre, sentada en los muchos bancos de las anchas calles que en Panem poseen distinguidos nombres en desuso como “alamedas” y que entroncan con el castellano antiguo de las chicas de servicio traídas de las colonias. Habitual encontrarse por su Gran Vía alguna manifestación de variada temática plebeya, protagonizada por habitantes de los Barrios Altos o de poblaciones de más allá de la periferia. Me embosco de nuevo en las colinas. ¿Ciencia Ficción?: Bienvenidos a Panem.
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julio 21, 2021

Puños fuera: En pie

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Una buena amiga, a quien también le había llamado la hora de la crianza, paseando y hablando de la escuela, me dijo que había dos tipos de madres: las que daban la merienda y veían jugar a sus retoños sentadas en un banco del parque y las que lo hacían desde la terraza de la cafetería. Desde entonces, he ido aplicando esa óptica a la cotidianeidad más rampante, y dividiendo sucesivamente a la sociedad vasca entre quienes, por ejemplo, se bajan en Fiestas el bocata de casa para comérselo después de ver los fuegos y los que se lo compran.

Ahora que el compás de la pandemia decae y triunfalistas publicitan las medidas que nos devuelven hacia aquella normalidad de antaño, el aumento progresivo de plazas autorizadas por cada mesa de terraza se convierte en el principal indicador del retorno a la prosperidad. Sin embargo, me pregunto en este amañado relato dónde quedan las más; las que se sientan en los bancos o llevan su bocata en el bolso; las que no volverán a volar porque nunca lo hicieron ni retornarán a unos hoteles donde apenas durmieron. Pero también dónde nos soñamos nosotros: si en la terraza sentados o si paseando juntos y, por qué no, en pie.
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abril 14, 2021

Puños fuera: Esencia comunera

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Hace ahora 150 años de la insurrección parisina, periodo en el que por dos intensos meses la naciente clase obrera gobernó en clave asamblearia su destino. La Comuna de París se alzaba el 18 de Marzo de 1871 instaurando tras una cruenta lucha, la administración igualitaria de la vida y de las cosas. Con todo, su corta existencia no satisfizo a los grandes colosos del incipiente socialismo. Tanto Marx como Bakunin insistieron en sus insuficiencias y solo más tarde, después de que fuera aniquilada a sangre y fuego, alabaron sus virtudes.

Para la gente del común, no obstante, el 18 de Marzo se convirtió en la fecha de recuerdo de que con una lucha decidida se podía construir una vida diferente. Para los humildes de Europa durante todo aquel fin de siglo, fue la efeméride obrera que recordaba la posibilidad de una insurrección que acabara, no sin dificultades, con aquella vida miserable. La Comuna de París fue y siempre será el tiempo de las cerezas, la primavera con la que florece la lucha por una vida que merezca ser vivida. Y si esta no obtiene los parabienes de los padres de la política revolucionaria, quizá sea porque mantenga su esencia comunera.
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