Suena la alarma del móvil. Sé que tengo tiempo de sobra y la detengo para seguir durmiendo. Vuelvo a oír ese tono infernal y repito el mismo procedimiento varias veces. Así, hasta que salto de la cama de golpe. Cómo no, se me ha hecho tarde otra vez. Voy al curro, donde cambio tiempo por un sueldo de mierda. Otros dirían de risa. Creo que depende del punto de vista. Risa, dirán los que pagan; mierda, los que cobramos.
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Vamos a cambiar las estaciones. Y no hablo de las de tren ni autobús. Me refiero a que únicamente existe ya otoño e invierno. O si eres muy optimista, podemos referirnos a primavera e invierno. Pero no al período estival. El verano son los padres.
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No entiendo a los religiosos. Bueno, más concretamente cómo alguien con estudios superiores y que viaja con asiduidad pueda creer, en pleno siglo XXI, en Dios. ¿Quién lo entiende? ¿No hay ningún momento en el que una persona así se plantea la veracidad de la religión? ¿Y cuántos de esos adultos siguen creyendo aún en los Reyes Magos? ¿Y en Papá Noel?
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