1.- ¿Cuando sales de casa compruebas varias veces que tienes las llaves?
a.- No. Yo creo en el carpe diem. No me obsesiono con minucias. Además, los cerrajeros son gente muy sociable cuando llegas a tener un trato frecuente.
b.- Pues sí. Me gusta leer sobre técnicas de artes marciales en el autobús e intento no dejarme el libro de judo cuando salgo de casa. Luego me pegan igual.
c.- Sí. Y después chequeo el bolsillo una y otra vez por si se me han caído. Así que he decidido no salir de casa. Ahora compruebo todo el tiempo si el gas está cerrado.

2.- ¿Al caminar por la calle intentas evitar pisar las rayas del suelo?
a.- Paso de las rayas del suelo. Las piso, las cruzo, las descruzo, las escupo… Cuando voy conduciendo también. Continua, discontinua, desvío por obras… me la bufa.
b.- Normal. Anda que no se vuelven violentos los cocainómanos de mi barrio cuando se ponen a esnifar en la acera. Como para pisarles la mandanga, madre mía…
c.- Las rayas, las losetas de colores, los desconchones, las grietas… Que no digo yo que si las piso el universo implosione, pero ¿para qué arriesgarse? (Más…)

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Es moneda común que en tiempos de crisis, zozobra, postcrisis, inestabilidad institucional, precrisis, inquietud y mal fario social, la industria del cine tira por el escapismo para mantener al espectador conscientemente distraído del torbellino de intranquilidades y amenazas potenciales que le rodean. Que lo mismo te alegra la tarde una comedia idiota de Seth Rogen, que un despliegue pirotécnico de Michael Bay, que otra más de zombies en la que un muerto viviente descubre que para ser feliz quiere bailar en Broadway. Todo vale. Los actores hacen cosas en la pantalla, nosotros las vemos, desconectamos durante un par de horas y después de los títulos de crédito volvemos a ponernos el cuchillo entre los dientes. Como toda la vida. (Más…)