marzo 28, 2018

Butaca de Gallinero: Oscars

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Me dan igual los Oscars. Más o menos tan igual como yo les doy a los Oscars. Porque es una noche en la que está todo el pescado vendido. En los festivales, ya sea Cannes, Donostia, Venecia, Sundance o Aguilar de Campoo, las productoras acuden con sus retoños cinematográficos, y deambulan durante unos días a la caza de distribuidores con ganas de marcha. Los premios son la guinda del pastel. Dan gloria, sí, pero, sobre todo, son la antesala del parné. Más o menos. Sin embargo los Oscars premian a películas que ya ha sido exhibidas o están en ello. Ya les han hecho la ola en Rotten Tomatoes. Ya las han despellejado los trolls de turno en Twitter y en los comentarios de todo podcast fandomero que se precie. Ya se ha metido la moneda en la ranura. Sólo falta darle a la palanca y esperar a que aparezcan las cerezas.
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febrero 22, 2018

Butaca de Gallinero: Canon

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Cuando somos pequeños tenemos una especie de trastorno obsesivo compulsivo programado en el cerebro que nos hace desear, cuando se trata de la ansiolítica, emocionante y bendita ficción, que nos repitan la misma historia una, y otra, y otra vez. Que nos cuenten el cuento de Los Tres Cerditos o el de cómo He-man derrotó a Skeletor al chinchón, siempre de la misma manera. Sin mover una coma. Sin una sola concesión a la improvisación o la reforma cosmética. Siempre el mismo cuento. De no hacerlo así, martirizábamos al adulto de turno con un «No es así» cargado de odio y decepción. Afortunadamente, con el tiempo maduramos y desarrollamos un gusto por la variedad, la reformulación, la adaptación y la innovación.
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enero 4, 2018

Butaca de Gallinero: Babilonia

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En 1965, seis años después de su publicación en Francia, el escritor y cineasta Kenneth Anger editaba en EE.UU. su celebérrima obra American Babylon. Diez días después de su lanzamiento, el libro sería prohibido y no volvería a publicarse hasta 1975. En su obra contaba los episodios más oscuros e infamantes de Hollywood, desde los orígenes de la Meca del cine hasta los años 50. La profusión de escándalos sexuales levantó ampollas. Episodios como la violación (y muerte) de Virgina Rappe por la estrella del cine mudo Fatty Arbuckle, posteriormente relegado al ostracismo, formarían parte de la memoria colectiva, que imaginaba aquellos años, condescendientemente, como mucho más locos y salvajes que los de ahora, grises, anodinos y controlados por las grandes corporaciones.
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