El otro día, a medio camino entre la desidia, la indolencia, el hastío, la dejación y la pereza, me dio por ver trailers de próximos estrenos, en modo random, en imdb.com. Comienzo con el de Mi prima Raquel. No me destripan nada. Ya conocía el libro. Aunque ni mención a Daphne du Maurier. Solo un deficiente «De la creadora de Los Pájaros y Rebeca«. Continúa el show con Black Butterfly. Un thriller. Antonio Banderas. Cuánto tiempo. Me cuentan la película de principio a fin. Toda la emoción, todo el supense, todo el juego de relaciones van por el sumidero del retrete. El siguiente tráiler es el de The Sweet Life. Una comedia romántica. Desde el primer segundo hasta el último, el argumento completo desfila ante mis atónitos ojos. Todos los gags recurrentes, todos los giros de guión, toda la tensión sexual se hunde en un lodazal de spoilers putrefactos sedimentados.
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En los últimos tres años, China ha ido abriendo poco a poco su mercado al mundo de los videojuegos. Primero permitió la venta de consolas extranjeras en su país, o sea, prácticamente todas, excepto las copias piratas de tómbola como PolyStation y sucedáneos. Posteriormente eliminó las restricciones a la venta de todo tipo de juegos. Visto así, podríamos suponer que los chinos, como en tantas otras cosas, van a la zaga de Occidente, que por eso el dragón está aún despertando. Este Primero de mayo, Mao estará orgulloso, entra en vigor una ley para promover la transparencia de los videojuegos: van a obligar a los juegos online con elementos de azar a hacer pública la tasa de aprovisionamiento de paquetes e ítems, así como los algoritmos y sistemas de probabilidad que deciden cuándo “premiar” al jugador.
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Si hasta a los que nos la sudaba todo color político y sólo queríamos que nos dejen en paz empezamos a indignarnos por la represión neo-franquista, o franquista a secas, que estamos viviendo; si a los que nos parecía que la extrema izquierda exageraba empezamos ahora a pensar que es necesaria y siempre tuvo razón; si se produce un efecto Streisand lleno de chistes de coches volando con joputas mutilados dentro y muchas personas adultas los pasamos en todas direcciones aunque en esencia nos parezcan mal; si releo lo que acabo de escribir y no me reconozco a mí mismo pero aún así sé que le voy a dar al enter… es que algo están haciendo muy mal los fachas. Me parece que han olvidado cómo se disimula, que se han venido arriba, que se están oliendo las pelotillas del ombligo y consideran que la fragancia es fantástica y que deben compartirlas con todos.
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