Tecleo estas líneas temeroso de la urgencia de la caducidad humana. Sólo confío en que, en el momento en que aparezca publicada esta columna, la parca no haya decidido malograr la vigencia de su contenido. Y este no es otro que Olivia de Havilland. Escribo este texto cuando la coprotagonista de Lo que el viento se llevó acaba de cumplir 101 años. Kirk Douglas y ella son los únicos supervivientes del Hollywood clásico. Una era en la que las películas no tenían números romanos al final del título (el Ricardo III de Laurence Olivier no cuenta) ni se inspiraban en viejas series de televisión de éxito. Un tiempo en que los actores y las actrices trabajaban a destajo y el glamour había que ganárselo a pico y pala.
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A finales de junio, la policía detuvo en Madrid a los hermanos empresarios Pérez Dolset: Javier, presidente del grupo ZED e Ignacio, final boss de Pyro Studios e Ilion. ZED os sonará por estafarnos a principios de siglo con los SMS que enviábamos para conseguir politonos de canciones de moda con una calidad pésima por dos euros. Pyro sonará a todos aquellos que disfrutamos de los estupendos Commandos, la saga de juegos de estrategia en la 2ª Guerra Mundial que obtuvo éxito de ventas, críticas y premios en toda Europa. Ilion no le sonará a nadie, porque es una compañía de animación que sólo ha hecho dos películas en quince años: Planet 51 y una de Mortadelo.
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Muy graciosa una viñeta que he visto por ahí, en la que unos cuantos ciudadanos normales atraviesan una gran «f» de Facebook y salen convertidos en jueces, con su peluca y su mazo. La viñeta, firmada por Tigre, tiene un par de años pero así sigue siendo: Todo el mundo lo sabe todo de ti, de los demás, de cualquier problema y de cómo resolverlo. Todo el mundo opina alto y claro. Por ejemplo una publicación se lamenta de la prohibición de una fiesta taurina y es recibida con un montón de comentarios a favor. De pronto un indignado la comparte por ahí, pasa a estar a la vista de sus «enemigos» y cambian las tornas. Aquí llegan los comentarios en contra, que incluyen hasta amenazas o deseos de muerte. Hay una reflexión que yo me hago con frecuencia: ¿Estamos de la puta olla todos? (Más…)