«El pueblo es aquella localidad de origen a la que se vuelve cada verano y en la que, al de estar dos días en ella, nos preguntamos a qué hostias hemos ido allí”. Partiendo de aquí, “el pueblo” no es ya solo la aldea de casas de adobe y abuelas sentadas a sus puertas propia del imaginario viejuno-maketo, sino también la segunda y cutre residencia en bloque de hormigón, comprada a plazos en el clásico villorrio de provincia limítrofe, hipertrofiado y travestido por la invasión de escapados de la urbe anexa. (Más…) |