Es marzo. Escribo esto en el primer trimestre del año. Aún es pronto para pronunciarse. Pero en este tercer mes puedo decir con claridad, que he aprendido varias cosas: como a no tener miedo a escribir este tipo de columnas en primera persona; que en la treintena puede ser detectado el autismo o la intolerancia a la lactosa; que la especie humana ha fracasado (esto ya lo sabía). Es marzo. Las semanas pasan a grandes saltos sobre el calendario; esperando cada jueves, para decir: qué bien, mañana ya es viernes. Es marzo pero podría ser cualquier mes. Los días se llenan de trabajo y de responsabilidades conmigo misma. Para que llegue el viernes, para decir: qué bien, he cumplido, quizás hoy cene una hamburguesa y me quede dormida en el sofá viendo una película de vampiros.
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Precuela de la serie Yellowstone que brilla con luz propia. La historia de Taylor Sheridan explica cómo los Dutton atraviesan el oeste de Estados Unidos desde Tennesse en busca de nuevas tierras y oportunidades hacia el norte donde poder anidar con sus sueños y esperanzas. La narración de Elsa (Isabel May) resulta muy cautivadora tanto en forma como contenido. En ella se entremezclan poesía, deseos, anhelos, pesares, ideas y un torbellino de sentimientos. Pero no es sólo Elsa quien además de viajar por las llanuras del nuevo mundo también emprende un viaje hacia sí misma: Thomas (Lamonica Garret), Shea (Sam Elliot), Margaret (Faith Hill) y James Dutton (Tim McGraw), entre tantos, también. La vida oscila entre la simplicidad y la lucha por sobrevivir. No sólo algunos nativos suponen un peligro letal. También los bandidos que sólo tropiezan con la justicia cuando la reparten sus semejantes a golpe de gatillo.
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Estamos en un momento económicamente muy crítico. Yo, ahora mismo, trabajo en una distribuidora de cerveza artesana y estoy flipando con las subidas de precios. Las fábricas cerveceras con las que colaboramos están notando un incremento generalizado del 40% en el valor de todas las materias primas que necesitan, además de las subidas importantes en energía que ya conocemos. No obstante, cuando el cliente final adquiere este tipo de birras, las paga mucho más caras que antes, pero no ese 40% de más. Todos los intermediarios, como somos los ditribuidores y los bares o tiendas, estamos reduciendo los márgenes de beneficio para que el daño en el bolsillo del consumidor no sea tan bestia.
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