1.- ¿Has cambiado tu primera opinión sobre una persona?
a.- Todo el tiempo. A mí, por ejemplo, ahora mismo usted me parece una imbécil, neurótica y engreída. Seguro que dentro de un rato ya no me parece tan engreída.
b.- Alguna que otra vez, no le voy a engañar. Yo es que parto de la base de que todo, todo, todo el mundo es gilipollas. Y a partir de ahí voy descartando.
c.- No. Jamás me equivoco al juzgar a las personas. Contratamos a un tipo porque me parecía muy eficiente y desfalcó la empresa. Con eficiencia. Lo que yo decía.
2.- Quieres hablar con tu jefe para que te suba el sueldo, pero te dice que en ese momento tiene algo urgente que hacer. ¿Qué le dices?
a.- Le digo que no pasa nada, que si eso lo dejamos para otro día, que total no es la primera vez que me parten las piernas por retrasarme con deudas de juego.
b.- Comienzo a gimotear y hacer pucheros. Y repito mucho rato “porfa, porfa, porfa…”. No suele funcionar pero al menos le dejo claro que desapruebo su actitud.
c.- Le acompaño hasta donde tenga que hacer eso tan urgente sin dejar de insistir en lo mío. Al final acaba cediendo y yo le acerco el papel higiénico por cortesía.
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