Se supone que el propósito de la ciencia ficción es mostrar la realidad a través del espejo deformante de la especulación fantacientífica. Al contrario que sucede con la fantasía, en las obras de SF existe una vocación de verosimilitud que a veces no da vergüenza ajena. En ocasiones los cultivadores del género, especialmente en su vertiente cinematográfica, no se apartan del camino y consagran su carrera a este tipo de películas. Mas saben que a la hora del reconocimiento, es mejor tirar de drama costumbrista. Es el caso del coreano Bong Joon Ho, amigo de las distopías futuristas y los engendros monstruosos creados por la juguetona mano del hombre, que tuvo que tratar el drama inmobiliario para hacerse con un Oscar allá por 2020. Ahora vuelve por sus fueros y pergeña una amalgama de obsesiones en la que junta el optimismo vital de Snowpiercer con las investigaciones nutricionales de Okja. (Más…) |