A finales del año pasado, Rockstar anunció que su juego autobiográfico, GTA V, llevaba vendidas ya 115 millones de copias y le ha reportado 6.000 millones de dólares. En enero, un informe desveló que la compañía ha estado haciendo un mal uso del sistema de exención fiscal aprobado en el Reino Unido para ayudar a la industria del videojuego. Los creadores de Red Dead Redemption se han ahorrado unos 80 millones en impuestos con esa ingeniería fiscal que tan bien conocemos por estos lares y ellos justifican al haber logrado “crear más de mil empleos estables y de alta cualificación” en varias ciudades.

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Acaba de retrasarse uno de los juegos más esperados del año. Cyberpunk 2077 pasa de abril a septiembre, aunque a este paso es probable que acabe haciendo honor a su título y salga en ese año. La santa trinidad de obras más esperadas para 2020 han sido postergados, ya que The Last of Us 2 y el remake Final Fantasy VII también corrieron la misma (mala) suerte. En una industria hipertrofiada y en permanente crunch, es decir, en constante explotación de sus trabajadores para cumplir fechas de entrega, planes de negocio y objetivos fiscales de productores y accionistas, los videojuegos siguen presumiendo de ser la industria de entretenimiento que más dinero genera, aunque sea con unas condiciones laborales deplorables. (Más…)

Bethesda lleva siglos viviendo de las rentas. La que parecía una compañía simpática por resucitar sagas clásicas como Fallout, se dedica sistemáticamente a estirar el chicle de la nostalgia con franquicias de los 90 como Doom, Wolfenstein o Elder Scrolls, con las honrosas excepciones de Dishonored y ese Prey que no es lo que nos prometieron.

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