El pasado 15 de diciembre ocurrió un hecho histórico. No, no se descubrió otro sistema con nuevos planetas. Ni se reinstauró la democracia en España. Tampoco fue que Donald Trump pidiera disculpas por algo. Nintendo, por primera vez, lanzó un juego para móviles. El elegido, como no podía ser de otra forma, fue Super Mario, que llegó a iPhone y iPad con Super Mario Run. El mítico fontanero se ha unido a la epidemia del running para bajar unos kilitos. Muchos usuarios se descargaron gratuitamente el juego, pero tras tres pantallas descubrieron que, ATENCIÓN: ¡Hay que pagar por él!
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Cuando Nintendo anunció el relanzamiento de su mítica consola de 8 bits en formato reducido y acompañada de 30 de sus mejores juegos a 60 euros, torcí el morro. Pero con mi ojo clínico habitual, el aparato ha sido un éxito rotundo: se ha agotado en navidad y ahora sólo se puede conseguir en tiendas de segunda mano al doble de precio. Así sorprende menos que durante la PlayStation Experiencie (abreviada, muy apropiadamente, PSX), Sony anunciara a bombo y platillo el retorno de clásicos de su primera consola como Parappa the Rapper, Wipeout, Crash Bandicoot y Ace Combat, como si estuviéramos en 1996. Eso sí, a 4K, claro, porque hay que justificar su precio, la nueva PS4 Pro y la tele que nos compramos para ver las Olimpiadas.
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Cuando una compañía progresa, hay que aplaudirlo. Hace dos años me quejé aquí de que Ubisoft había decidido no incluir personajes femeninos en Assassin’s Creed “porque las mujeres resultan muy difíciles de animar”. Ahora, en Watch Dogs 2 han decidido dar un paso adelante y hacerlas tan detalladas que hasta se les ve la vagina. En serio. Cuando varios usuarios empezaron a publicar online capturas de mujeres a las que se les veía el coño, la compañía salió rápidamente al paso pidiendo disculpas y prometiendo una actualización para acabar con tal exhibicionismo.

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