La mayor parte de las veces que la gente se enamora de alguien, el objeto de deseo suele seguir siendo igual de mindundi con el paso del tiempo. Sin embargo Ida Dalsar se fue a enamorar, hasta las cachas, de manera enfermiza, de un tal Benito, de apellido Mussolini. Corría el año 1914 y el joven socialista estaba a punto de hacer limpieza de armarios y desempolvar su colección de camisas negras para irse de marcha.
Marco Bellochio narra en Vincere esta relación, de la que existe poco material de hemeroteca, que acabará como el rosario de la Aurora, con manicomios y orfanatos de por medio. Después de que Dalsar hipoteca su vida y el bar de pintxos que regenta para, con el dinero obtenido, ayudar a Mussolini a fundar su periódico Il Popolo dItalia.
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