Un escritor de novela negra ha decidido vencer su temor al folio en blanco comenzado a trabajar en una papelería de barrio. La idea ha surgido de su psicóloga, que le ha explicado que el mejor método de superar una fobia es exponerse a sus miedos, por lo que ha entrado de dependiente en prácticas en una tienda de material de oficina, donde pasa ocho horas al día rodeado de folios en blanco. El narrador prefiere por el momento no revelar su identidad ni la de su editorial, porque ya ha cobrado el adelanto por una novela de la que debería haber entregado las galeradas de los tres primeros capítulos hace un mes, circunstancia que ha venido resolviendo echando la culpa a las actualizaciones de Windows, que le ralentizan el ordenador.

El horror, el horror…

El escritor, que trabaja en la papelería de 9:30 a 14:30 y de 16:30 a 19:30, excepto los sábados, que sólo va por la mañana, y a veces tiene que atender a proveedores fuera de horario de atención al público, se va convenciendo poco a poco, con ayuda de su psicoterapeuta, de que el folio en blanco le tiene más miedo a él del que él le tiene al folio en blanco, aunque de momento no puede reprimir sus ataques de ansiedad cada vez que toca abrir un paquete nuevo para abastecer de hojas la fotocopiadora.

“Observo a esa nada pálida, nívea y rectangular, que me observa como el abismo que te devuelve la mirada, y siento esa amenaza velada hacia quien anhela mancillar su inmaculada piel, ese mudo testimonio de horrores que aún no existen más que en la imaginación del temerario amansador que anhela subyugar su indómita voluntad”, explica el escritor antes de recibir una colleja de la encargada en la nuca, quien le comunica que esas cajas de ficheros para facturas no se van a ordenar solas.

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