Un autónomo que no cerraba su bar en agosto desde 1998, y sobre cuya identidad las autoridades no han querido dar detalles, ha quedado atrapado en su propia paradoja espacio-temporal y permanecerá de vacaciones indefinidamente. El cartel colocado sobre su persiana el 11 de agosto ha provocado, según el profesor Franz de Coperttone, “un roto y puede que incluso un descosido” en el continuo espacio-tiempo. La singularidad es estudiada por el Instituto Tecnológico de Alpedrete y la Confederación de Repartidores de Espirituosos de Madrid (CREMA). Por el momento la única persona afectada es el hostelero, aunque se han descrito efectos secundarios (abulia, despertadorfobia e intolerancia temporal a la cafeína) entre personas que habían intentado descifrar el cartel antes de ser retirado. “Yo lo vi pegarlo y desaparecer entre luces y destellos con una sonrisa en la cara. Él también sonreía”, afirma X.Y.Z., vecina del inmueble.

Aquí, pasando quince días

Según la investigadora nerdlance Alicia Bogas, pese a los intentos por silenciar lo ocurrido, “como con los encuentros con sirenas que se hacen pasar este verano por migrantes extracomunitarios”, centenares de personas afirman haberse encontrado con el “hostelero errante”. Levitando sobre la cabina de peaje en la A8 en Zarautz, clamando contra un atraco eterno, reservando tumbona a medianoche en diversas playas levantinas y molestando, involuntariamente, a quienes practican sexo con otra o más personas, animando a turistas británicos a mejorar su tosca técnica de vuelo, protestando como alma en pena por los cuatro euros que te clavan por entrar en Santa María La Mayor en Toro…

Al finalizar el día 2 de septiembre, explica de Coperttone, el hostelero permanecerá de vacaciones hasta al 11 de septiembre y, a la vez, volverá al 11 de agosto. Eternamente.

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