Donald Trump quiere ir un paso más allá de la cancelación del apoyo gubernamental a los tratamientos de cambio de sexo y la expulsión del ejército de las personas transgénero. El presidente de los EE.UU. ya ha anunciado una orden ejecutiva ómnibus que incluye un listado de “cosas trans” que pretende prohibir a lo largo de su legislatura. Aunque Trump es consciente de que estas órdenes deberán ser aprobadas “pir il quingrisi y pir il sinidi, mi mi mi mi…”, como ha declarado en una intervención desde el despacho oval, confía en que la democracia no le defraude “porque la democracia todavía no me ha visto a mí enfadado”. En la lista negra figurarán las películas de los Transformers, los transistores, las grasas trans, el cristal translúcido o referirse a Italia como “el país transalpino”.

Cortar por lo sano

La masa de seguidores de Trump ha aplaudido la medida con la excepción de varios lobbys de vendedores de coches de segunda mano, que tratarán de hacer entrar en razón al presidente para que saque de la lista prohibir la compraventa de Pontiacs Trans Am en el circuito del mercado de ocasión. Grupos de survivalistas que viven en bunkers aislados en las montañas y que sólo pagan en metálico porque consideran que las tarjetas de crédito son un invento de la conspiración judeo masónica, han pedido que se añadan a la lista las transferencias bancarias. Usuarios de gimnasios y de autobuses urbanos del Medio Oeste también se encuentran felices de que Trump pretenda prohibir transpirar.

Empresas españolas, ya intranquilas por el asunto de los aranceles, están preocupadas por las consecuencias de la orden de Trump, especialmente Naviera Armas, propietaria de Transmediterránea, que teme perder al turista estadounidense.

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