Margaret Mead (Filadelfia 1901 – Nueva York 1978) fue una antropóloga, preparacionista, poeta nihilista, misántropa selectiva y prospectora de refugios antiatómicos estadounidense que consagró su existencia a localizar la tribu aborigen de cultura preindustrial idónea con la que mudarse y compartir búnker de cara al inminente holocausto nuclear que iniciaría el fin de los tiempos. Nace en una familia acomodada de intelectuales. Su padre, Edward Sherwood Mead, se dedica a dar clases de economía y su madre, Emily Fogg, es socióloga, apostadora y activista social comprometida con dar la vuelta al mundo en un plazo inferior a un trimestre del IVA. La impronta viajera de su progenitora y una lectora desordenada de Russeau y Malthus la llevan a creer desde niña que el 99% de la raza humana merece la extinción, obsesionándose de por vida con la empresa de identificar al 1% restante.

Caliente, caliente, frío, frío…

En 1923 se gradúa en psicología en el Barnard College de Nueva York para poder elaborar sus propios test psicotécnicos y en 1925 viaja a Samoa con la intención de estudiar a la población local y comenzar a buscar contratistas para la construcción del fortín subterráneo, aprovechando que aún queda mucho ingeniero alemán por la zona. Sin embargo el trabajo de campo en la Polinesia le resulta decepcionante. En su tesina sobre castigos corporales Adolescencia y cultura en Samoa expone que los individuos entre los 13 y los 19 años son igual de insoportables que en su tierra natal, por lo que tacha la isla oceánica de la lista y regresa a EE.UU. profundamente desmotivada. En 1929 obtiene el doctorado en antropología en la Universidad de Columbia bajo la supervisión de la folcloróloga Ruth Benedict, quien la introduce en el circuito de clubs de swingers. Entre 1931 y 1933, dispuesta a no renunciar a su sueño de aislarse del mundo con gente agradable antes de su aniquilación, realiza investigaciones en Nueva Guinea, estudiando las culturas de los arapesh, mundugumor y chambuli. Cae de nuevo en la frustración al darse cuenta de que los indígenas no le siguen el ritmo durante las orgías de bondage, como refleja en su manual de autoayuda Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas. En 1948 abandona toda quimera exotista y se resigna a dejarse llevar por el hedonismo más cerca de casa. Hacia 1964 se vuelven muy populares las camas redondas de disfraces con temática balinesa que organiza en Museo Americano de Historia Natural, a precios asequibles.

Fallece a los 76 años, cuando un cáncer hace con su páncreas lo que la bomba de hidrógeno no termina de hacer todavía con la especie humana.

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